Desde una recopilación de escritos, prolífico surgió el modo de omitir nociones, arrastrado por otras mas deformes. Líneas que lo desplazaron fuera de su día. Y se vio en una incomodidad que comenzaría con el malestar en su estomago. Obligado a rendirse retorcido en un colchón. Con la respiración cerca de sus rodillas, que ayudadas por las manos, se acercaron de un modo acompasado a su cara. Para eliminar con presión y calor la molestia. Imaginaba y recordaba bien su situación, parado en una “isla”. Una pequeña vereda de forma triangular, y sobre ella un árbol, una placa. Uno de sus lados trazados por una diagonal, los otros dos por calles perpendiculares formando el ángulo recto del pequeño triangulo; que soportaba el cuerpo y permitía mantenerlo a salvo de autos con prisa manejados por gente con prisa. Estuvo ahí como siete minutos, tomado del tronco, observando el edificio antiguo de enfrente.
La campana dejó de sonar. Primero sonó varias veces, unas once o doce. Seguida de una pequeñísima pausa cuatro o siete veces mas. Y mas rápido después una y una y otra vez. No sabía cuantas en total. Cómo se formaba esa ceremonia, si lo era, que empleaba quien jalaba de la soga. Y si se había preparado, en qué pensaría o cuanta fuerza destinaba. Qué significado tendrá la cantidad de veces que debe sonar. Las campanadas de esta mañana, qué pueden tener que ver con las anteriores. Como diferenciarlas? Obviando los días y quienes produjeron el sonido. Me pregunto si es mas importante ahora mientras no suena, que se respete este tiempo y permita construir una estructura mucho mayor, que abarque otro tiempo determinado de otro modo e incluso extendido y complementado por las demás iglesias de esta ciudad y de otras mas lejanas, en pueblos. En el cual los días funcionan como silencios que marcan el ritmo de una obra que no cesa de extenderse. Entonces, de sonar ahora la campana podría desvirtuar la incompleta construcción de esa melodía. O no. Esta iglesia que se encuentra en la esquina de cuarenta y ocho y tres. A una cuadra nada mas, donde él espera calmar su síntoma, el que recordando comenzó a sentir y no le permitió continuar con la vueltita que salio a dar. Se sostenía de la rama y observaba una de las ventanas del edificio de enfrente, la que da hacia la esquina. Imaginando el interior, como el lo desearía y considerando esa imagen (sin cuestionarse la propia falta) se complace recuperando de a poco fuerzas. Con la imagen del interior, del sol entrando por la ventana alta, pudo continuar al menos unas cuadras en dirección a la iglesia.
Mientras el se acercaba la campana sonó una vez mas, volteo su rostro y miro la cúpula. Ahora dudaba de la veracidad del acto, y se detuvo por si sonaba de nuevo. También dudaba de la hora. De la importancia.
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